lunes, 16 de junio de 2008

¿Qué es ser un buen padre?


Es el día del padre. Por la céntrica calle de Guerrero en Pachuca caminan personas solas, parejas y familias. Hay algunos que, por su edad, parecen ser los abuelos con los nietos que acaban de comprar un pastel donde puede leerse “Felicidades Felipe”, o están quienes salen de la zapatería con su bebé en una carriola, o la joven pareja que cruza la calle con cuidado pues en pocos meses tendrán un hijo, tal vez su primogénito o primogénita.

Me acerco a ellos y para preguntarles qué es ser un buen padre. Las respuestas son diversas: van desde aquél que cumple con la función exclusiva de proveedor, hasta aquellos que afirman que ser padre es fácil, pues sólo hay que estar atentos a lo que los hijos hacen o piden: “Ser buen padre es cumplir con todas las obligaciones, con las esposa y con los hijos”; “Alguien que le da todo a sus hijos: calzado, comida, vestido, techo…”; “ Mmmm… un buen padre es aquél que sabe ser buen amigo. Antes de ser padre hay que ser amigo de los hijos”; “Darle una buena educación a los hijos, ayudarles a hacer la tarea y apoyarlos en todo”; “Llenarlos de amor, cariño, valores, buenos principios y buena educación”; “Estar pendientes de la familia, de los estudios de los hijos...”; “Un buen padres es que protege a sus hijos. ¿De qué? Pues de todo, en la escuela, en la familia…”.

El mal padre

En opinión del psiquiatra Ernesto Lammoglia, quien recientemente estuvo en Pachuca dictando una conferencia, lo que conocemos como “ser buen padre” se basa más en la propia experiencia que en una definición concreta. Esto no sucede, por ejemplo, en lo que la sociedad conoce como ser “buena madre” pues dicha definición está más que consensada por el imaginario social. En todo caso, la sociedad sí tiene muy definido qué es ser un “mal padre”. Apunta el doctor Lammoglia: “la sociedad se ha acostumbrado tanto como causante principal del rompimiento familiar a un padre irresponsable, que ni siquiera se ocupa de los casos contrarios, cuando el origen radica en conductas de la madre. Conviene reflexionar un poco sobre esto. Canciones, películas e historias tratan machismo que abandonan familias como si cambiara simplemente de casa. El varón es el malo de la película, que riega niños, que dilapida la raya semanal, que se va con otras y que golpea a esposas e hijos. Pero no siempre es así. También hay madres desnaturalizadas, aunque para el día de las madres, todas son santas en vida. Hay papás amorosos con sus hijos, que dan todo por ellos, desde el sacrificio de su bienestar para darles una profesión, hasta la salud o la vida misma. Pero el día del padre casi nadie se ocupa de eso, es más bien ocasión de promociones comerciales: ¡Cómprale, regálale a papá tal o cual cosa!”.

Desde cuándo se celebra el día del padre

El primer día del padre se celebró el 19 de junio de 1910, en Spokane, Washington, en honor a un padre estadounidense considerado ejemplar por cuidar a sus seis hijos. Se cuenta que la idea fue de una mujer llamada Sonora Dodd, ella quería homenajear a su padre, William Smart, un veterano de guerra que quedó viudo con seis hijos y los cuidó en una granja rural.

Fue en 1924 cuando el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica Calvin Coolidge lo convirtió en un festejo nacional, y en 1966, el mandatario norteamericano Lyndon Johnson lo cambió para el tercer domingo de junio. Y así se adoptó en varios países como el nuestro. Con el paso de los años se popularizó la entrega de regalos en esta fecha.

El día del padre se festeja en casi todo el mundo y se ha convertido en la fecha para honrar y destacar no sólo a los papás del mundo, sino también a todos aquellos tíos, abuelos o hermanos que cumplen el rol de padre en la sociedad.

Un padre moderno

Desde los años ochenta se inicia la lenta transformación de las demandas sociales sobre la paternidad y la participación de los hombres en las familias, hacia relaciones más equitativas. Una buena relación con los hijos contiene un componente afectivo, la cercanía de los hombres con los hijos y las hijas. En la actualidad se cuestionan los patrones de relación paterna basados en el ejercicio violento del poder y de la autoridad, lo que algunas décadas atrás parecía ser “normal”.

De la figura de “el padre” visto exclusivamente como el “proveedor” y quien ejercía la autoridad de manera vertical, se está transitando a una concepción de la paternidad que enfatiza las relaciones basadas en el afecto y en la cercanía que los padres establecen con sus descendientes. Este tránsito, sin embargo, ocurre lentamente y enfrenta diversas resistencias culturales, psicológicas y sociales, que hasta ahora han dificultado su avance.

Un documento publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), establece que, independientemente del cualquier arreglo conyugal que el padre establezca con la madre, la noción de responsabilidad masculina alude a la necesidad de que los hombres asuman las consecuencias de sus comportamientos reproductivos y sexuales, adoptando actitudes como: "preocuparse por su descendencia, usar la contracepción para liberar a sus compañeras de la carga biológica de la sexualidad y practicar comportamientos seguros para protegerse a ellos mismos, a sus compañeras y a sus familias, de las enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el VIH".

Cómo evaluar a un buen padre

La (CEPAL) desarrolló entre los años 2000 y 2002, el proyecto “Educación reproductiva y la paternidad responsable en el Istmo Centroamericano”, cuyo principal objetivo era definir estrategias de acción que incluyeran prácticas de responsabilidad paterna en estos países, incluyendo México. En el marco de esta iniciativa, dicho organismo decidió emprender la tarea de elaborar una propuesta de indicadores de paternidad responsable que posibilitara el monitoreo de la evolución del fenómeno en estas sociedades.

De manera general, estos son los principales indicadores de una paternidad responsable: Calidad del entorno familiar, que se evalúan la seguridad física y psicológica de los hijos; equidad en la distribución de las tareas domésticas y cuidado de los niños(as); satisfacción de necesidades básicas; reconocimiento legal de los descendientes; uso del tiempo libre y actividades conjuntas entre padres e hijos(as) y el tipo de relación psicoafectiva y comunicación que los hijos e hijas establecen con el padre.

Las niñas y los niños tienen derecho a un padre

La Cumbre Mundial a favor de la Infancia (1990) y la Convención de los Derechos del Niño apunta que los niños y las niñas tienen derecho a contar con un mínimo de condiciones básicas proporcionadas por el progenitor, que son las requeridas para el desarrollo de sus capacidades y su bienestar. Además, se reconoce su derecho a desarrollar su autonomía y a ser considerados desde una relación de respeto y apoyo emocional.

En este contexto, muchas de las acciones de políticas públicas se orientan a estimular la práctica de una paternidad responsable mediante el reconocimiento legal de los hijos(as). Cabe reiterar que los hijos(as) no reconocidos están expuestos a mayores riesgos que ponen en entredicho sus posibilidades de bienestar y les impiden gozar de sus derechos, aunque también conviene destacar que no necesariamente el reconocimiento significa garantía de compromiso de los padres con sus hijos ni bienestar de éstos, ya que no siempre los padres que conviven bajo un mismo techo con sus hijos(as) cumplen con sus responsabilidades económicas y emocionales en la crianza de los menores.

Julieta Lujambio, autora del libro “Mamá sola” reconoce la importancia de que el niño o niña tenga una figura paterna: “No importa si el papá está físicamente presente o ausente. Las madres solas, aquéllas que son viudas, divorciadas, o solteras deben hablarle a sus hijos respetuosamente de su padre. Se debe omitir la tan famosa frase “Yo soy padre y madre a la vez” pues todos los niños tienen derecho a saber la verdad sobre su origen”.

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